Tsunami en la cadena logística

El 17 de marzo de 2000 (hoy hace 11 años) un incendio causado por un rayo en una planta de fabricación de semiconductores de Royal Philips Electronics en Albuquerque, Nuevo México, provocó, según The Wall Street Journal, “una crisis corporativa que cambió el equilibrio de poder entre dos de los mayores fabricantes de productos electrónicos de Europa” (The Wall Street Journal, 29 de enero de 2001), Nokia y Ericsson. Aunque el incendio sólo duró 10 minutos, la contaminación que produjo en la “sala limpia” (donde se fabrican los semiconductores) motivó el cierre de la planta durante semanas. En aquella época, tanto Nokia como Ericsson utilizaban microchips producidos en esa planta. Sin embargo, mientras Nokia fue capaz de trasladar su suministro a otras plantas de Phillips, así como a otros suministradores americanos y japoneses, Ericsson quedó atrapada por su dependencia exclusiva de la planta de Albuquerque. Las pérdidas que sufrieron en ventas y la caída en su cuota de mercado en los meses siguientes motivaron que Ericsson se retirara del mercado de los teléfonos móviles en 2001.

Lo que hemos visto en Japón la semana pasada y cuyas consecuencias devastadoras aún estamos empezando a percibir, supera al pequeño incidente de hace ahora 11 años tanto como un tsunami a una onda en un estanque. Ya se están empezando a notar las subidas en el coste de los microchips (esos que tenemos en nuestros móviles, cámaras y en todas partes) y se va anotar aún más en la maltrecha industria de la automoción, con gran número de fabricantes (al parecer todos excepto dos, Hyundai y BMW) dependiendo en alguna forma de los suministros japoneses. En este río revuelto, ni siquiera parece que vaya a haber la “ganancia de pescadores” que experimentó Nokia en 2000, a costa de su competidora Ericsson: incluso aquellos fabricantes que teóricamente se beneficiarían de la desgracia de sus competidores (véase General Motors) verán también su cadena de suministro afectada por esta crisis de alcance global.

Aunque parezca algo cruel hablar de futuras pérdidas económicas cuando se han producido miles de pérdidas humanas en el presente, no deja de ser una buena ocasión para recordar la importancia de la monitorización de riesgos en la cadena de suministro y la necesidad de contar con planes de contingencia para abordarlos. Al fin y al cabo, el futuro de los supervivientes también depende de cómo se lleven a cabo esos planes de contingencia. No está de más recordar el lema de los boy scouts: “Be prepared!”.

Un último pensamiento para los “50 héroes de Fukushima”, los trabajadores de la planta nuclear de Fukushima Daiichi que arriesgan su vida y su salud para intentar evitar una catástrofe nuclear aún mayor. Mucha suerte para ellos, y para el resto de sus compatriotas.

Véase también Strategic Risk from Supply Chain Disruptions, W. J. Hopp, S.M.R. Iravani y Z. Liu.

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