Muros digitales

Hace tiempo que se sabía que la NSA y algunas organizaciones de similar naturaleza tenían desplegados sistemas cuyo objetivo es velar por la seguridad y protegernos del maligno (Chema Alonso no, otro maligno). A pesar de ello, la NSA siempre prefirió mantenerse en secreto para no verse obligada a rechazar el premio Nobel de la Paz. Sin embargo, tras conocer los casos de Snowden, Manning, Assange y otros rebeldes, es evidente que la situación se ha vuelto insostenible y no les ha quedado otra que salir del armario.

Por suerte, la certeza de que la NSA escucha nuestras conversaciones, lee nuestros correos, espía nuestra actividad en las redes sociales y básicamente sabe todo lo que hacemos no ha generado ningún movimiento reseñable a nivel político ni social, porque lo hacen por nuestro bien (ahora que lo escribo, recuerdo con claridad haber oído eso en más de un momento de mi infancia). No sería deseable que por culpa de las ansías de justicia y libertad de unos pocos (literalmente) el resto nos viésemos abocados al infierno y el caos existencial.

Seguramente en breve recibirán el Nobel de la Paz.

Algunos Hombres Buenos. En la sala de juicios el teniente Daniel Kaffee (Tom Cruise) ha subido al estrado al Coronel Jessep (Jack Nicholson):

Kaffee: Coronel Jessep, ¿ordenó usted el Código Rojo?
Juez Randolph: ¡No tiene que responder a esa pregunta!
Cor. Jessep: ¡Responderé a la pregunta!

[Dirigiéndose a Kaffee]

Cor. Jessep: ¿Quiere respuestas?
Kaffee: Creo que tengo derecho a ella…
Cor. Jessep: ¿Quiere respuestas?
Kaffee: ¡Quiero la verdad!
Cor. Jessep: ¡Tú no puedes encajar la verdad!

[pausa]

Cor. Jessep: Vivimos en un mundo que tiene muros, y esos muros han de estar vigilados por hombres armados. ¿Quién va a hacerlo? ¿Tú? ¿Usted, teniente Weinburg? Yo tengo una responsabilidad mayor de lo que puedas calibrar jamás. Tú lloras por Santiago y maldices a los marines. Tienes ese lujo, tienes el lujo de no saber lo que yo sé. Que la muerte de Santiago, aunque trágica, seguramente salvó vidas. Y que mi existencia, aunque grotesca e incomprensible para ti, salva vidas. Tú no quieres la verdad porque en zonas de tu interior de las que no charlas con tus amiguetes, me quieres en ese muro, me necesitas en ese muro. Nosotros usamos palabras como honor, código, lealtad. Las usamos como columna vertebral de una vida dedicada a defender algo. Tú las usas como gag. No tengo ni el tiempo ni las más mínimas ganas de explicarme ante un hombre que se levanta y se acuesta bajo la manta de la libertad que yo le proporciono, y luego cuestiona el modo en el que la proporciono. Preferiría que sólo dijeras gracias y siguieras tu camino. De lo contrario te sugiero que cojas un arma y defiendas un puesto. De todas formas, me importa un carajo a qué creas tú que tienes derecho.
Kaffee: ¿Ordenó el Código Rojo?
Cor. Jessep: Hice el trabajo que me encargásteis…
Kaffee: ¡¿Ordenó usted el Código Rojo?!
Cor. Jessep: ¡Por supuesto que lo hice, joder!

(A partir del minuto cinco, aproximadamente)

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