Tecnología punta II: El Smart Computer de los años 80.

Siguiendo con la tecnología punta, que comencé con aquellas placas de la Nixdorf 820/15 en mi artículo anterior, y como parece que resultó interesante, hoy quiero mostrar otro proyecto que pone en evidencia la evolución de la electrónica en un lapso de tiempo no muy largo, pero que ha posibilitado los avances y la miniaturización de los equipos hasta extremos que solo las películas de James Bond podían imaginar.

La situación era la siguiente: 1984, en una compañía que fabrica ropa, principalmente la ropa tejana, con un mercado muy competitivo en el que aparecen nuevas marcas continuamente y en el que los costes de producción deben limitarse al máximo para sobrevivir en el mercado, nos encontramos con que los muestrarios de prendas para la temporada del año siguiente se han de fabricar con 12 meses de antelación. Ello supone comprar o fabricar el tejido necesario que, muchas veces viene de sitios como la India, Paquistán, etc (años 80 ojo) y ello conlleva adquirir compromisos de consumo y fabricación de dichos tejidos, que al final han de gustar o no gustar a los clientes de las tiendas de moda que van a marcar lo que “se lleva” en la temporada.

Pues bueno, en esta situación, el fabricante prepara el muestrario de prendas, lo distribuye a sus vendedores que viajan a lo largo del país y van recogiendo pedidos sobre blocs de papel diseñados para ello. En el fin de semana, los vendedores -o estudiantes contratados por ellos- , codifican los pedidos con las series, modelos, tejido, color y conjunto de tallas que el cliente ha pedido. El objetivo es tenerlo listo para enviarlo por correo (no hay mensajeros) a la oficina más cercana (la de Valencia en este caso) y allí se introducirán en el sistema (IBM/38) de la época y una vez depurados los errores de codificación y de catálogo (no todas las combinaciones de serie-modelo-tejido-color y talla eran aceptables), se obtiene la información necesaria para ver qué es lo que “se lleva” o “no se lleva” en la temporada siguiente, o sea, que tejido y en qué cantidades habrá que pedir para atender los pedidos. Este proceso tomaba entre dos y tres semanas y era crítico para la buena planificación de recepción de materias primas, planes de fabricación, gestión de almacenes y distribución del producto a los clientes antes de comenzar la temporada dichosa.

En esta situación, el equipo de Informática de la empresa, se puso a indagar en la tecnología disponible para acortar en lo posible la gestión de esos pedidos que marcaban la temporada y el coste de la misma. En estos años, trabajábamos con los “nuevos” PCs de IBM, con pantalla verde, dos unidades de diskette de 5-1/4 pulgadas y los más afortunados tenían un disco duro de 16 o 32 MB, menos fiable que una cafetera, pero que daba su servicio con la primera hoja de cálculo “Lotus 123” y algún “Writer” como editor de texto.

Buscando en el mercado, el director del departamento encontró el EPSON PX-8, un ordenador “portátil” de la época en el que había una pantalla líquida con 8 líneas de 80 caracteres y una unidad de micro-casete que podía almacenar datos. El problema era como meter y mantener el catálogo de productos dentro de este equipo con apenas 128K de memoria y sin disco duro y como gestionar pedidos de productos con hasta 17 tallas posibles en cada línea. Aún así, el director de la compañía, con gran visión de negocio, dio el visto bueno para el proyecto y los técnicos nos atrevimos con él, teniendo yo la satisfacción personal de ser el responsable del proyecto desde el lado móvil, y compartiendo con el equipo de programación de sistemas el desarrollo de los procesos.

Los programas iban en una EP-ROM de 32 K y el catálogo se actualizaba en la transmisión de cada noche, sobre memoria. Los pedidos se recogían en el casete. La idea era dotar al EPSON PX-8 de un catálogo que el programa gestionase mostrando las combinaciones de serie-modelo, etc. válidas y depurando así el pedido en el momento de su captura. El vendedor debía usar el PX-8 en lugar del block de papel. Esto fue duro, muy duro, y el soporte recayó en mi persona, con lo que el manual de usuario (en papel claro está), las sesiones de entrenamiento, la puesta a punto del software, etc. fueron un proyecto muy interesante y una gran experiencia para mí.

Los pedidos se recogían en el PX-8, se imprimían en una impresora EPSON de papel térmico y se le entregaba una copia al cliente, que recibiría el pedido en el formato “oficial” después por correo, tal como lo generaba el sistema central.

Durante la noche, los pedidos recogidos en la jornada de trabajo, eran transmitidos por teléfono analógico, conectando un acoplador acústico al teléfono del hotel (lo llamábamos “zapatófono” y si miráis las fotos veréis porqué), en el que se encontrase el vendedor ese día y donde muchas veces, la centralita del mismo introducía ruidos y provocaba errores en la transmisión, por lo que les tuvimos que dotar de un amplificador de sonido que sustituía al micrófono del teléfono, abriéndolo y cambiando su micro por el nuestro. El problema vino cuando muchas veces, después de un largo día de trabajo, el vendedor olvidaba recuperar el amplificador y se llevaba en su lugar el micro del teléfono del hotel. El nuevo inquilino de la habitación notaría una buena mejora en la comunicación, pero el vendedor se había quedado sin su ayuda.

Otro problema tedioso que se repetía cada día, sobre todo en determinados vendedores, era el saber enchufar los dispositivos entre sí, no doblando las patillas de los micro-conectores al equivocar la entrada elegida o la posición correcta para conectar, y presionar la clavija intentando que entrase. El intercambio de cables con clavijas “espatarradas” era continuo. En vista de ello, se me ocurrió una solución, busqué un maletín grande y ligero en el que diseñé una espuma interior con los conductos requeridos para mantener los cables y dispositivos conectados. El alimentador del EPSON, la impresora y el cable de comunicación con el zapatófono, quedaban fijos dentro de la maleta y así se solucionó, solo que, las protestas de los vendedores por llevar la maleta con ellos y custodiarla, arreciaron, pero al final, el éxito del proceso calmó los ánimos.

Para la transmisión, se conectaba el PX-8, vía acoplador acústico y se enviaban los pedidos al sistema central de la red Mark III de General Electric, donde se recogían y a primera hora del día siguiente (7 de la mañana) se transmitían al sistema 38 de nuestro centro. Allí se hacía el proceso estadístico y se presentaba a la dirección los resultados de la campaña de ventas, decidiendo entonces que productos iban a venderse y que otros debían desecharse del catálogo. Pasamos de tres semanas de latencia de los pedidos, a tres días, eso sí con un gran esfuerzo y un “Smart Computer” de los años 80. El impacto en los vendedores de la competencia (se conocían todos y se encontraban en los mismos hoteles) fue genial, mostrando su asombro por la osadía de nuestros vendedores haciendo trabajar aquella cosa de EPSON. Tengamos en cuenta que la informática casera de la época era el Sinclair ZX y algún Amstrad asequible, los Pcs de IBM y los Apple eran carísimos.

Os adjunto unas fotos del sistema, el zapatófono y el “Smart Maletín”. Ah por cierto, luego se instaló en las oficinas de Francia, Inglaterra y Alemania, todo un éxito para la época.


Comments

  1. ¡Qué bueno!

  2. Excelente.

  3. Me has teletransportado a los 80! Que bueno, en serio…Y buscarte el apaño del maletín, si señor. Brillante solución.