Sin haber acabado aún -espero- la serie de posts dedicada a seguridad sectorial, quiero comenzar con este artículo una nueva serie: la serie GOTO. Muchas entradas de este y otros blogs no generan casi debate (tenemos una información, la estructuramos para convertirla en un post, estamos todos de acuerdo con el contenido del mismo -o no, pero nadie lo dice-, y vuelta a empezar). Eso obviamente es bueno para un libro, pero no para un blog, donde lo que se busca es debatir y polemizar, que cada uno exponga sus opiniones (buenas o malas, pero siempre respetables) y así, entre todos, aprender cosas nuevas y analizar puntos de vista diferentes a los nuestros. Con esta idea surge la serie GOTO, porque… ¿qué hay más polémico que la instrucción GOTO plantada en el código de un programa? Realmente podríamos haber titulado la serie RISC vs. CISC, vi vs. emacs, Unix vs. Windows… y así un largo etcétera, pero hemos decidido llamarla GOTO (si alguien prefiere otro nombre, que lo proponga, que de eso se trata).
Dentro de esta serie, vamos a hablar hoy de los Consultores; más concretamente, de los Consultores de Seguridad, aunque imagino que los comentarios podrían extrapolarse a cualquier otro tipo de consultor: RRHH, financiero… Para mí, al menos hasta hace unos años, un consultor -simplificando- era alguien que sabía mucho de un tema concreto, de forma que podía ayudar enormemente a resolver problemas tanto por el conocimiento de la materia a tratar como, en muchos casos, del negocio en sí. En resumen, un perfil muy valorado en cualquier organización, sin importar si era externo o interno a la misma.
Hoy en día, por desgracia, creo que hay pocos puestos tan degradados como el de consultor; cualquiera que se ponga una corbata, googlee durante media hora e incluya en una conversacion términos como “alineación”, “sinergia”, “la nube”, “2.0” o “forlayos”, como diría el gran Fuckowski, es un consultor. Consultor, ¿de qué? De forlayos, obviamente… Ser consultor no es conocer tres términos de moda, unirlos en un informe y presentarlo a Dirección: es aportar soluciones reales y eficientes a una organización que tiene un problema.
Para colmo del absurdo, ya se distingue entre consultores “junior” y “senior”; sinceramente, creo que hablar de consultor junior es lo mismo que hablar de becario senior: no es más que un oxímoron. ¿Cómo narices se puede ser consultor junior? ¿Quién le otorga la experiencia necesaria para llamarse “consultor”? ¿Un libro? ¿Una página web? Por favor, seamos serios: para ser consultor se necesita conocer muy bien la materia sobre la que se trabaja, y aparte tener unos cuantos añitos de experiencia trabajando con la misma… que no me venga un pipiolo imberbe, con una tarjeta donde pone “Consultor” de una gran multinacional, porque estoy riéndome una semana. O peor, llorando, cuando me toca implantar lo que ese “consultor”, cuyas únicas herramientas de trabajo en su corta carrera han sido Word y Powerpoint, ha decidido que es lo mejor para un cliente es poner en marcha un sistema de sinergias alineadas con la nube, o algo así. Por favor, recuerda que Word o Powerpoint son plataformas tecnológicas en la que todo funciona a la primera, hasta el Single Sign On o las PKIs, pero el mundo real no es tan bonito… creo que todos conocemos ejemplos similares, ¿no?
¿Y de quién es culpa esta situación? Creo que, en parte, de todos nosotros; por un lado, están las grandes consultoras que todos conocemos (sí, yo también estoy pensando en esa misma). Multinacionales a las que les viste mucho un chavalín con la carrera recién acabada, encorbatado y que se haya leído un libro de seguridad; le regalan unas tarjetas donde pone “Consultor” y a partir de ahí su hora cuesta más de noventa euros. Total, si luego algo no va, el trabajo lo ha hecho esa consultora, no el “consultor” concreto, y cualquier cosa que una multinacional haga sin duda es correcta, ¿verdad? :) Por otro lado, están los clientes que se creen ciegamente lo que dice el consultor, sin plantearse en muchos casos si es o no lógico. ¿Que la solución a nuestros problemas es cambiar la máquina de café? Sin problemas: la cambiamos, dejamos constancia por escrito para cuando venga el auditor (auditores, material para otro post de la serie) y asunto arreglado. ¿Por qué lo hemos hecho? Porque lo dijo el consultor… ¿Sirve para algo? ¿Ha mejorado nuestra organización? ¡Seguro! Si lo dijo el consultor…
Por supuesto, existen consultores “de verdad”, no importa si en multinacionales, pequeñas empresas o como freelances. De los que conocen muy bien algo y te ayudan a aplicarlo en tu organización, de una forma ordenada, asumible y por supuesto integrada con tu negocio; ¿frases bonitas? por supuesto, pero no más de las necesarias, y sobre todo frases con sentido. Es decir, soluciones de verdad para problemas de verdad. A todos estos consultores, a los de verdad, va dedicado este primer post de la serie… ahora, a discutir un rato: ¿qué opinais?