Ahora que está tan de moda revivir sucesos y acontecimientos de los años 70 y 80 (no hablo de D.C., sino del siglo pasado), antes de que existiese la necesidad de protegerse de los accesos exteriores de “curiosos” (por no llamarles de otra manera) a nuestras redes y sistemas, ya existía la preocupación por la seguridad. Recuerdo el primer sistema que vi en funcionamiento en una empresa: un IBM, del que no recuerdo el modelo pero posiblemente se llamaba P6 ó P36. El caso es que era similar a una máquina de escribir, con una esfera de caracteres que imprimía sobre el papel continuo todo aquello que se procesaba. Servía, además de consola de control del sistema y recepción de los mensajes del mismo, para obtener la salida de la información que procesaba el operador. El sistema operativo se cargaba mediante fichas perforadas, y cada uno de los programas con paquetes individuales de fichas muy similares, pero de colores diferentes. Contabilidad rosa, facturación verde, gestión de almacén azul, y sistema operativo gris. No existían usuarios y claves, ni tampoco bloqueos para el acceso, sino algo tan simple cómo un sitio seguro, como una caja fuerte controlada muy de cerca por la gerencia de la empresa. Al fin y al cabo, aquello había que protegerlo: había costado millones. Y entonces un coche de “categoría” valía 150.000 Pesetas.
Sin duda era la seguridad al uso, el no perder aquello por lo que se había pagado tanto. Sin embargo, debo decir que en aquella época no tenían consciencia del peligro que una máquina similar representaba: todo aquello que se imprimía en la consola acababa en la basura en forma de grandes cajas de papel continuo. Yo iba a la escuela en esa época, concretamente terminaba el bachiller y pasaba aquello que se llamaba reválida, y al salir de casa podía ver esas cajas de papel, e incluso utilizarlo para escribir en el reverso (sí, era buen chico y no cogía el extremo del papel y salía corriendo hasta la puerta del colegio con unos cuatrocientos metros de desastre detrás de mí).
Sin duda, situaciones tan aberrantes cómo aquellas en materia de seguridad de datos se seguirían viendo años después, y en la línea de una entrada anterior, debemos suponer que más de una empresa ha perdido sus clientes por saber la competencia el producto o productos que les servían, a qué precios y en qué escalado de tarifas según las cantidades servidas. De todos modos, en ocasiones da la sensación de que no nos hemos movido de los 70 en esa materia, cuando se encuentra en la basura de un juzgado los datos completos de maltratados y maltratadores en fichas perfectamente legibles.
Y a veces también nos preguntamos si es que las mentalidades de los empresarios formados entonces siguen ancladas en el pasado.